Al corriente: febrero 25, 2022
¿Cómo revela Dios la gloria de Dios a la humanidad?
1. Por medio del universo.
Junto con el salmista, la persona que sigue a Jesús confiesa con un corazón lleno de temor: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19,1). El seguidor de Jesús exalta la grandeza de Dios: “Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido” (Salmo 104,1b).
En el Salmo 104, el salmista expresa admiración por la majestad divina que irradiaba a través de los procesos en la naturaleza, aunque el antiguo poeta lo expresa en el lenguaje de la mitología y la cosmología. Para el salmista, la variedad de criaturas que llenan la tierra expresa la sabiduría de Dios. Su admiración por la gloria de Dios le hizo desear regocijarse en Dios (v. 34). Incluso, él quiere que Dios se regocije por todos los frutos de la obra de Dios (v. 31). Cuando la gloria divina, es decir, la majestad y sabiduría de Dios, cubre el corazón de una persona creyente, la persona seguidora de Jesús se regocija en Dios. Además, la persona creyente quiere unirse al gozo de Dios por todas las obras divinas que han revelado la gloria de Dios.
Así, para una persona seguidora de Jesús, el universo es el theatrum gloriae dei, el escenario en el que se presenta la gloria de Dios, como dijo Juan Calvino, uno de los primeros teólogos reformados.
2. Por medio de Jesucristo.
La persona seguidora de Jesús comprende que Jesucristo fue el Verbo hecho carne. Por medio de la Palabra, Dios hizo todas las cosas (Juan 1,3); los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos (Génesis 1,1-2.4a). Entonces el Verbo se encarnó, se hizo carne en Jesucristo (Juan 1,14). Él, que estaba “en el principio” (Juan 1,1) y “este era en el principio con Dios” (Juan 1,2), disfruta de la comunión más profunda con Dios (Juan 1,18). Jesús ha venido al mundo como humano para interpretar a Dios (Juan 1,18) para la humanidad, es decir, para revelar el corazón de Dios a la humanidad.
Toda la vida de Jesús revela que Dios está dispuesto a ser Padre/Madre/Padre y Madre de la humanidad. Por la voluntad de Dios de convertirse en Padre/Madre, Dios revela la gracia y la verdad de Dios en la vida de Jesús a la humanidad, aceptando a los seres humanos como hijos(as) de Dios. Quien acepta a Jesucristo se convierte en hijo e hija de Dios. Quien cree en el nombre de Jesús sabe con certeza que Dios se ha convertido en Padre/ Madre. La gloria de Dios, revelada en Jesús, es la gloria que invita a todas las personas a experimentar la gracia de Dios y la verdad de que Dios es completamente digno de confianza.
3. Por medio de la iglesia.
Basándose en la victoria de Cristo (a través de su muerte y su resurrección) sobre los poderes y principados, la iglesia es el modo en que Jesucristo existe en el mundo de hoy. Cristo, que “ascendió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso” para reinar como el Mesías, ya no está físicamente presente en el mundo. Según el plan de Dios, Jesús está presente por medio de la iglesia, que es “su cuerpo” (Efesios 1,23), es decir, la representación de Cristo o la señal de la presencia de Cristo en el mundo.
Por medio de la iglesia, Cristo continúa “predicando la paz” (Efesios 2,17; Efesios 6,15). Por medio de la iglesia, Cristo también proclama la victoria sobre los poderes del mundo (Efesios 3,10), sobre las estructuras que hacen que los seres humanos se exploten, opriman y marginen entre sí. ¡Incluso que saqueen y destruyan la naturaleza!
Sociológicamente, la iglesia, que se llama Cuerpo de Cristo, es una comunidad. La iglesia es una comunidad formada por personas que a través de la fe (y el bautismo de las personas creyentes) han entregado su vida (y muerte) a Jesucristo. Es extraordinario que Cristo se presente en el mundo a través de “lo sociológico”. ¿Cómo puede lo “sociológico” representar a Cristo en el mundo, ser una señal de su presencia que saluda al mundo con paz y que proclama su victoria sobre los poderes? La respuesta es, por la obra del Espíritu Santo.
Jesucristo, el Mesías, ha derramado su Espíritu para empoderar a la iglesia. En primer lugar, en unión con Cristo, cada persona creyente o seguidora de Cristo está unida entre sí. La unidad tiene una forma concreta, es decir, una comunidad. Esa es la iglesia. Luego, el Espíritu Santo, que habita en cada persona seguidora de Cristo y que está presente en la iglesia:
- forma el carácter de Cristo en cada persona seguidora de Cristo (Gálatas 5,22-23a);
- da dones espirituales para que las personas sirvan y se edifiquen unas a otras (1 Corintios 12, 3-13); y
- proporciona amor, sabiduría y valor para predicar el evangelio de la paz y para vivir auténticamente como personas que han sido liberadas por Cristo de los poderes que explotan, oprimen y marginan (Efesios 3,10; 6,15; 2 Timoteo 1,7).
Obviamente, el Espíritu Santo da poder a la iglesia para representar verdaderamente a Cristo en el mundo, para ser una señal de la presencia de Cristo que saluda al mundo con paz y anuncia la victoria de Cristo sobre los poderes. Jesús mismo llamó una vez a las personas seguidoras de Él “la luz del mundo”, “la ciudad sobre el monte”, y “la lámpara en el candelero” (Mateo 5,14-15). A través de las hermosas obras realizadas en conjunto por las personas seguidoras de Jesús en la iglesia, muchas personas glorificarán a Dios, su Padre.
Así es como entendemos estas “obras hermosas”: empoderadas por el Espíritu Santo, la iglesia proclama el evangelio de la paz y la gente vive auténticamente, habiendo sido liberada por Cristo de los poderes que explotan, oprimen y marginan. De esta manera se revela la gloria de Dios.
De igual importancia, creemos que en Cristo se cumplió el propósito del llamado de Dios a Abraham. En la historia de Abraham (Génesis 12-25), encontramos que Dios le prometió tres cosas: descendencia, tierra y comunión. Las tres tenían un propósito: que Abraham y sus descendientes fueran una bendición para todos los pueblos de la tierra. También encontramos estas tres promesas y el mismo propósito en la historia de Isaac (Génesis 26-27) y en la historia de Jacob (Génesis 28-35).
El apóstol Pablo argumentó que, en Cristo, la semilla de Abraham alcanzó su cumplimiento y la bendición de Abraham llegó a las personas gentiles (Gálatas 3,14.16). En todo el mundo compartimos esa bendición, convertirse en hijos e hijas de Abraham como también hijos e hijas de Dios, “por la fe en Cristo Jesús”. Las implicaciones son muy importantes. Como leemos en Gálatas 3,26-28, en la iglesia no hay más racismo (“ni personas judías ni griegas”), ni distinciones de clases (“ni personas esclavas ni independientes”) ni sexismo (“ni hombre ni mujer”). Todas las personas han sido unidas con o en Cristo por el Espíritu Santo a través del bautismo. Todas las personas son hijos e hijas de Abraham como también hijos e hijas de Dios.
En forma conjunta, somos hermanas y hermanos – iguales – con el llamado a amarnos y a servirnos unas a otras, y a edificar la iglesia. Con la ayuda del Espíritu Santo, trabajamos en forma conjunta para hacer de esto una realidad, para que realmente no haya racismo, diferencia de clases o sexismo en la iglesia. Este es un ejemplo de vida auténtica, como personas que han sido liberadas por Cristo de los poderes que explotan, oprimen y marginan. ¡Este es el testimonio de la “comunidad de las personas libres” de la victoria de Cristo sobre los poderes! Esto hace que la predicación del evangelio de la paz sea significativa e impactante en el mundo, porque tiene el peso de “palabra y obra”.
La verdad sobre la iglesia, que es el núcleo de la práctica de seguir a Jesús en forma conjunta, es la verdad sobre la revelación de la gloria de Dios. Dios reveló la gloria de Dios a la humanidad por medio del universo y por medio de Jesucristo, y por medio de la iglesia, que es la comunidad de personas seguidoras de Jesús, es decir, nosotros – ¡las personas que seguimos a Jesús juntas!
—Rudolfus Antonius (Pdt. Rudiyanto) es el pastor de la congregacion GKMI (Gereja Kristen Muria Indonesia) en Yogyakarta.
Materiales del Domingo de la Fraternidad Anabautista Mundial disponibles aquí
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