Al corriente: abril 12, 2022
Transformados por el Espíritu
La llenura del Espíritu de Dios en nuestras vidas se refleja tanto en el proceso continuo de maduración por el Espíritu para reflejar el carácter de Dios como en la llenura del Espíritu que da como resultado la audacia para proclamar a Cristo y el poder para actuar. Jesús vivió su vida llena del Espíritu (Lucas 4:1) y a todos los creyentes se les ordena estar llenos del Espíritu (Efesios 5:18).
El Nuevo Testamento presenta un cuadro de personas sin Dios, que están motivadas por sus propios deseos y pasiones, experimentan las consecuencias del pecado, son incapaces de percibir a Dios y no pueden entender los caminos de Dios. Los que han puesto su fe en Cristo siguen enfrentándose a la tensión de vivir según la carne o vivir según el Espíritu (Romanos 7,14-20). Todos necesitamos ser transformados por el Espíritu de Dios. La transformación es un proceso continuo en el que estamos llamados a presentarnos a Dios como aquellos que han sido llevados de la muerte a la vida (Romanos 6:11-14; 12:1-2). El Espíritu transforma a los creyentes en la semejanza de su Creador, reflejada en la imagen de Cristo (2 Corintios 3:17-18; Colosenses 3:9-11).
Nuestra respuesta es caminar con el Espíritu, lo que es paralelo a la invitación de Jesús a sus discípulos a permanecer en él y seguirlo. Caminar con el Espíritu requiere ser conscientes de su presencia en nuestras vidas y centrar nuestra mente o atención en él (Romanos 8,5-9). Cuando caminamos con el Espíritu, debemos estar dispuestos a someternos a su dirección y guía en nuestras vidas (Gálatas 5:16-18).
El fruto del Espíritu es el resultado de vivir por el Espíritu (Gálatas 5:22-25). Estos “frutos” se expresan principalmente a través de nuestras relaciones, en las que velamos por los intereses de los demás (Filipenses 2:1-5), nos revestimos del carácter de Cristo (Colosenses 3:12-17) y procuramos mantener la unidad del Espíritu (Efesios 4:1-3). Cuando pensamos en “dar fruto”, lo que nos viene a la mente puede ser lo que hacemos por Dios. Sin embargo, el fruto del Espíritu se refiere principalmente a lo que somos como hijos de Dios.
Las Escrituras nos advierten que no debemos contristar al Espíritu de Dios rechazando su obra en nuestras vidas (Efesios 4:26-31). El Espíritu de Dios es el “poder divino” que nos ha dado, que nos proporciona todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3-8).
¿Cómo puedes “poner tu mente” en las cosas del Espíritu hoy?
—Doug Heidebrecht
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