Al corriente: julio 13, 2017
¿Cómo debería la iglesia plantearse la salud mental?
Nuestro estado mental está conectado al cuerpo y al espíritu, y por tanto, podemos padecer de mala salud mental. En esta sección de Perspectivas, líderes y profesionales de la salud de las congregaciones afines al anabautismo de todo el mundo, abordan el rol de la iglesia en el cuidado de la salud mental de sus miembros.
La salud integral de una persona
Muchos creyentes creen que los problemas emocionales y psicológicos implican una falta de fe. Este no es el caso. Por una parte, está claro que la fe en Jesús mejora el elemento emocional de nuestra vida, así como lo hace con todos los demás aspectos. Por otra parte, he trabajado con personas que tienen una fe extraordinariamente sólida y profunda, e igualmente sufren graves trastornos emocionales.
Es difícil saber cómo responder cuando ocurren problemas emocionales, pero al insinuar que los problemas sólo se deben a la falta de fe podría en realidad agravar dichos problemas.
La descripción bíblica de la humanidad
Para comprender los problemas emocionales, es necesario que comprendamos a las personas. En las Escrituras, se define al ser humano como una unidad.
En el relato de la creación en Genésis 2, vemos que Dios creó a Adán del polvo (elementos físicos) y lo llenó con el propio aliento o espíritu de vida de Dios (elementos espirituales). Adán piensa (por ejemplo, nombra a los animales) y siente (por ejemplo, alegría cuando ve a la mujer). También es muy claro que fue creado para relacionarse con otras personas y, sobre todo, para relacionarse con Dios.
A Adán se lo describe como una persona integral, en la que mente, cuerpo y espíritu están interconectados. Esta interconexión implica que, así como problemas físicos como el dolor de espalda crónico puede (aunque no tiene por qué) obstaculizar el crecimiento espiritual, problemas psicológicos como la depresión pueden (aunque no tienen por qué) obstaculizar el crecimiento espiritual. Implica también que el crecimiento espiritual puede contribuir al crecimiento físico y emocional.
La historia de Elías relatada en I Reyes 19 lo ilustra perfectamente.
La depresión de Elías
El capítulo 10 de I Reyes comienza mostrando a Elías emocionalmente agotado. Tras la conmoción por su victoria en el Monte Carmelo, se siente decepcionado, lo que sería normal. Además, está físicamente extenuado después de haber corrido junto a la carroza del rey de regreso a Jezreel. Para colmo, en lugar de que lo alabaran como un héroe espiritual, ¡se entera a su regreso de que la reina había ordenado su muerte!
Las Escrituras refieren que Elías presenta síntomas de un trastorno psicológico denominado “depresión mayor”. Está temeroso y triste, y evita la interacción con otras personas. Está desesperanzado y desea morir. Presenta un pensamiento confuso. Cree que es el único que aún sigue a Dios, concepto erróneo que podría reflejar un trastorno del pensamiento. La depresión también afecta su fe, como lo indica su falta de confianza de que Dios pudiera protegerlo.
Elías sabe que Dios es su única esperanza; por lo tanto, acude al desierto en busca de Dios. Aunque Elías está desanimado, deprimido y débil en la fe, Dios responde con gracia y amor.
Es importante reconocer la respuesta de Dios al dirigirse a Elías tomando en cuenta la integralidad de su persona. Dios asiste a Elías física, emocional, cognitiva, relacional y espiritualmente. Dios no le habla inmediatamente. Sabe lo que Elías necesita y, por ende, antes de asistirle espiritual y emocionalmente, Dios satisface las necesidades físicas de Elías. Le envía un ángel a darle de comer y a ayudarle a dormir. Luego, Dios envía a Elías al Monte Horeb. No es hasta que haya llegado allí descansado, alimentado y fortalecido físicamente, que Dios se dirige a él.
Cuando finalmente Dios le habla a Elías, lo enfrenta, cuestionándole el comportamiento y pensamiento que habían contribuido a su depresión y aislamiento, ordenándole que se una a otros fieles creyentes (Eliseo y Jehú). También le cuestiona su errónea creencia de que fuera el único que aún servía al Señor, afirmando, “Y yo haré que queden en Israel siete mil; todas rodillas que no se encorvaron a Baal.” Y, mediante su presencia, Dios restaura la fe de Elías.
Qué podemos hacer
Entonces, ¿qué se puede hacer para ayudar con los problemas emocionales o relacionales que afrontamos, tales como depresión, ataques de pánico, trastornos alimenticios o crisis matrimoniales? Hay pasos prácticos que un cristiano puede dar:
- Orar. Jesús es el Señor y fuente de toda sanación.
- Leer las Escrituras: tienen mucho que decir respecto a numerosos temas.
- Procurar apoyo y aliento de amigos.
- Pedir consejo a su pastor, ancianos u otros creyentes maduros.
- Leer buenos libros que brinden información fiable.
- Y, Dios se podrá valer de la terapia para lograr sanación y crecimiento.
Cuando es necesario, es mala mayordomía no valerse de todo lo que Dios haya provisto para lograr sus objetivos.
Es un error intentar explicar los problemas emocionales y relacionales como si fueran consecuencia de haber desobedecido a Dios. Además es un error que le digamos a Dios cómo tendría que ayudarnos a lidiar con dichos problemas. Tal como me explicara un profesor hace años, “Jesús no evita que tengamos que sufrir los mismos problemas que enfrenta el resto del mundo. Lo que hace es ayudarnos a afrontar dichos problemas cuando aparecen”.
David Bruce Rose, profesor de Estudios sobre Matrimonio y Familia, Seminario Bíblico Fresno Pacific (universidad de los Hermanos Menonitas). Una versión de este artículo se publicó previamente en la revista MB Herald.
Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en abril de 2017.
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