Al corriente: septiembre 21, 2016
Así como las partes del corazón, las cuatro comisiones del CMM sirven a la comunidad mundial de iglesias afines al anabautismo, en las áreas de diaconado, fe y vida, paz y misiones. Las comisiones preparan materiales para la consideración del Concilio General, brindan guía y proponen recursos a las iglesias miembros, además, propician redes y compañerismo en relación al CMM trabajando juntos en temas de interés y enfoque común. A continuación, una de las comisiones comparte un mensaje de la perspectiva de su ministerio.
Comisión de Misiones
El objetivo de la Comisión de Misiones del CMM es imaginar y construir una nueva comunidad de misiones mundial dentro del cuerpo de Cristo, que se extienda por todos los continentes. Buscamos una fraternidad que esté profundamente basada en el amor mutuo, organizada en torno a la sujeción recíproca y que participe sin restricciones de las relaciones económicas sin incurrir en paternalismos inadecuados ni en dependencias poco saludables.
Buscamos esto no solamente como una demostración evangélica de nuestra unidad en Cristo, sino también por el bien de la misión de Dios en todo el mundo.
La historia como guía
La Biblia es la historia de las acciones amorosas de Dios en la creación y su propósito de redención en la historia. Como consecuencia de la rebeldía humana y el pecado, el mundo que Dios creó experimentó la distorsión y la destrucción. El temor, el orgullo, la codicia y la ambición egoísta nos han llevado al alejamiento de Dios y a la alienación entre los pueblos. La consecuencia de esta alienación es el odio, la violencia, la guerra, la opresión y la injusticia.
Los propósitos de Dios, revelados en Jesús, son finalizar el odio y el temor, la pobreza y la injusticia para crear una nueva familia que incluya todas las culturas, idiomas y etnias.
Después de la ascensión de Cristo, la iglesia fue constituida por el Espíritu de Dios para proclamar y para encarnar la buena noticia de que a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, Dios se está reconciliando con toda la humanidad y restaurando a toda la creación. La diversidad es el don de Dios para nuestro enriquecimiento.
La fuente de nuestra misión.
La promesa de Dios de bendecir a todas las naciones de la tierra es la fuente de nuestra misión. El propósito de Dios es crear un pueblo con personas atraídas desde cada raza y nación que reflejen su gloria a través de la unidad. De acuerdo al seguimiento de Dios, rechazamos los males del racismo y del orgullo etnocentrista.
La misión de la iglesia de Jesucristo, por consiguiente, requiere que actuemos con justicia y misericordia y que nos involucremos con cada persona y grupo con dignidad, respeto y compasión en razón al valor que, para Dios, cada uno tiene. También nos demanda denunciar y resistir todo sistema y acción que oprima y explote a aquellos que son pobres, débiles o vulnerables. Creemos que la unidad es un regalo del Espíritu, no algo que nosotros originamos. Al mismo tiempo, vemos la preservación de nuestra unión visible como una expresión práctica de amor y una dimensión critica de nuestra misión. Cuando Jesús ora por la unidad de sus seguidores y les manda a que se amen unos a otros, es por el bien de la misión de Dios (“para que el mundo pueda saber que tu (el Padre) me enviaste” [Juan 17:23]).
No hay una demostración más convincente de la autenticidad del evangelio que la de los seguidores de Jesús que estén reconciliados mutuamente y unidos en el amor por encima de las barreras de la etnia, el color, la raza, el género, la clase social, el estrato económico, la alineación política o el origen nacional. De la misma manera, hay algunas cosas que afectan significativamente la credibilidad de nuestro testimonio, como cuando los cristianos nos alienamos unos a otros y toleramos o intensificamos divisiones entre nosotros mismos.
El reto de la diferencia
Uno de los retos que enfrentamos dentro de la comunidad mundial es como tratar con nuestras diferencias. Nuestro canon bíblico nos da algunas pistas sobre como equilibrar la tensión entre unidad y diversidad. Una característica básica de nuestra Biblia es la mezcla de géneros y estilos literarios en tanto que se mantiene la coherencia. Contiene documentos legales, genealogías, notas históricas, relatos de viajes, etc, con variedad de autores, temas, géneros y épocas.
Nuestra biblia permite que haya diversidad dentro de la unidad. La formación del canon es un testimonio de que bajo la guía del Espíritu santo, la iglesia primitiva eligió conservar los cuatro evangelios, cada uno con su tono peculiar y distintivo.
Una imagen diferente acerca de la diversidad es un diapasón. Esta herramienta es usada para ajustar la orquesta (una variedad de instrumentos, sonidos y calidades) en un tono específico. La presencia del diapasón no borra o elimina las diferencias de los instrumentos musicales, sino que alinea los tonos para que estos instrumentos dispares puedan hacer juntos música hermosa.
Como comunidades de fe, nuestra tarea es compartir sobre el amor redentor de nuestro Dios. Cristo es nuestro diapasón. Cuando estamos afinados con Cristo, es más fácil distinguir esas cosas que no son esenciales que nos separan. En vez de eso, trabajamos en el medio de la diversidad por el reino de Dios.
Nos damos cuenta de que nuestro objetivo requerirá un compromiso inquebrantable con la honestidad y la solidaridad. En un espíritu de amor y perdón, debemos hablar honestamente entre nosotros sobre los obstáculos de una comunidad auténtica. El amor mutuo también requerirá solidaridad recíproca. Debemos estar dispuestos a compartir en las luchas y sufrimientos de los otros, además, estar atentos a ofrecer apoyo, oración y compañía en los retos que cada uno enfrenta para dar testimonio de nuestro del evangelio.
Entonces, ¿Por qué es importante el trabajo de la Comisión de Misiones?
Importa porque como el cuerpo de Cristo, la iglesia es la buena nueva de Dios en un mundo herido y quebrantado. En su libro, El evangelio en una sociedad pluralista (The Gospel in a Pluralist Society*), Lesslie Newbigin describe la iglesia como un “signo, instrumento y adelanto” del reino de Dios. Ante un mundo que nos observa, somos llamados a través de nuestra unidad en el amor a compartir y ser un reflejo de la reconciliación que Dios ha logrado en Jesucristo. Ya no vivimos por nosotros, sino por el mundo que Dios ama y busca bendecir a través de nosotros (Génesis 12:3).
—Stanley W. Green y Rafael Zaracho, presidente y secretario de la Comisión de Misiones del CMM
*(Eerdmans, 1989, p. 233)
Rafael Zaracho | Stanley W. Green |
Comentarios